
Los clamores de revolución que ensimismaban a la multitud se acallaron en el momento mismo en que el príncipe, en una brumosa neblina apareció en la plaza del pueblo, la alfombra roja se extiende por el piso y las miradas suplicantes se abalanzan contra el señor. Mientras este camina, los rostros de los niños son la más evidente muestra del terror que un simple hombre puede generara en una muchedumbre, camina sólo, sin guardia imperial, nunca la ha necesitado, no es necesario, conoce la naturaleza humana y sabe lo que necesita para controlar el vulgo.
El sol de medio día ha dejado de brillar y donde era todo luz han aparecido figuras sombrías, insignias de pesar y miedo. Poco sale el heredero de su palacio, pero su presencia en la calle solo significa algo y el ambiente lo presiente, los pájaros huyen despavoridos y los hombres como veis están turbados con su presencia, su mera presencia.
Nadie lo mira a los ojos, como podría alguien soportar tal mirada?, unos ojos sombríos, siempre a la expectativa, siempre andando, juzgando con suma facilidad y con bajo margen de error. Esos ojos oscuros quizá reflejo de su alma siniestra , el enigma de su ser, y la presencia nauseabunda, son finalmente los factores que alteran de tal forma a los hombres.
Al llegar al trono, cosa rara, empieza a observar a la muchedumbre expectante, una sonrisa maquiavélica surca sus labios rojo sangre y deja entrever unos dientes blancos que desde el patíbulo parecen colmillos cual vampiro en pleno día y sin embargo el cielo, hace un momento azul como el mar se ha trastornado en gris y nubes de tormenta se ciernen sobre la gente.
En que estará pensando? , cual es su deseo?, que vino a ver?, que quiere?... preguntas comunes en la mente de los hombres y mujeres que lo observan expectantes, el miedo se apodera de los corazones infantiles y la exagerada prudencia chocando con el terror de los ancianos que se refleja en su mirar lo hace sonreír más.
Nada bueno se puede esperar de este príncipe, maldito de nacimiento, castigado por la divinidad con un genio imperante y sin embargo una genialidad no igualada por nadie en el reino.
En sus cavilaciones los hombres no se percataron de la presencia de un gran ejercito que los rodeaba, ejercito de hombres, soeces mercenarios en pro de dinero, demasiado tarde comprendieron los hombres su destino, a las puertas de la muerte.... se abren las puertas del mas allá para esos revolucionarios, todos en manos de un sólo hombre que se extasiaba en el pavor que despierta en los presentes, una mente perversa y pervertida por el poder, un poder que trasciende lo aceptable.
Fuego¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ el ruido circundante de las escopetas disparando sus balas mortales llena el mundo y los gritos de hombres, mujeres y niños, víctimas de la carnicería se ahogan en el silencio del ángel exterminador hecho presente en aquella plaza de aquel perdido reino en un mundo moderno.
No hay sobrevivientes, como podría? si las balas a quemarropa no respetan edad o sexo, los cadáveres apiñados en la plaza son incinerados con el fuego demoledor descargado por orden del _señor_, y el olor a sangre y el color plomizo de esta, se dejan al descubierto en una plaza de muertos, y allí en medio de la hoguera, la hoguera de las vanidades, el príncipe rasga el demoledor silencio con su risa estrambótica y fuera de tono y lugar mientras se calcinan los cadáveres. La muerte se ha hecho presente con la cara de un niño con poder y maldad.
Aquella noche nos reunimos en la casa del juglar local, nos movía la fe en los hombres y un solo deseo habitaba en los corazones en plena noche de verano: venganza. El tirano ha ordenado el aumento de los impuestos, y los pobres hombres apiñados en una casucha a la intemperie y expuestos al sol de la noche y al abrasador candor de la gente no aguantan más, no aguantan más miseria. El caos de la corrupción se ha metido en el reino como un insecto chupa sangre que se encarga de extirpar la vida del reino, antaño deslumbrante como diamante en bruto, hoy devorado por la inclemencia del tiempo
-La tierra que nos han dado- comienza el juglar que ha dejado su verso en el olvido y sus palabras en prosa muestran lo que tiene en su estomago -se ha secado de repente, las fuentes ya no manan, los animales mueren y las bestias caminan entre nosotros persiguiendo su presa, es intolerable el castigo de dios, semejante rey impuesto con dos espadas y el sudor de mil batallas ha acabado por constreñir la suplicante tierra. las flores se han secado y la rivera se ha tornado tan árida como el desierto de desiertos. Las risas se han apagado dando espacio al fulgor del hambre y la fe hacia el rey se ha consumado en el ardor de sus caprichos. El joven príncipe heredero al trono, luz del pueblo el día de su alumbramiento ha venido desde el inframundo trayendo la noche donde siempre era de día-
Entretanto, el clérigo toma la palabra con un gesto iracundo: - las limosnas de la iglesia se las ha llevado el viento y los fieles se derriten ante el tenaz calor del cielo, ¿acaso dios ha olvidado a sus siervos? Oh señor piedad, piedad- la multitud proclama en silencio la concordancia con el fraile, mas uno de los hombres lanza en público su testimonio: -dios no nos ha olvidado, já, dios ha apostado con el diablo y está ganando, me recuerda la historia de Job y ahora nosotros debemos revelarnos-
-propones la guerra acaso?- preguntó un hombre, -si y la resolución es la convicción de este reino, de que dios nos devolverá nuestra gloria al forjar nuestra revuelta como lo hizo con Job al exigirle este una explicación- exclamó el primero en un gesto triunfal y la apremiante masa de gente aclamó con alegría tal determinación, ahora sólo existe una voz en este pueblo y de ella sólo sale una palabra: _muerte al rey, justicia para el pueblo_.
La aglomeración ha dejado todo atrás y se dirige al castillo del rey, todos menos uno que se ha quedado con las palabras en la boca tratando d convencer al vulgo de que dicha decisión no es la correcta.
Corre el pueblo en pie de guerra como jauría de lobos tras su presa, los modales y la gracia se han quedado en los platos vacíos, un solo sentimiento.....
Llegan al centro del pueblo al mediodía del siguiente día tras una caminata de horas por los senderos del bosque a la luz del sol de la noche, y la voz del pueblo no aglutinada sino excitada se revuelca y se torna contra el castillo: _muerte al rey¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡_ . En medio del calor de un día soleado, la sombra se cierne sobre las gentes, donde antes había resplandor ahora hay tinieblas y en medio del pueblo el solitario heredero aparece caminando imponente en su montura ardiente, la ha dejado, y su esmirriado paso ha acallado al pueblo, su funesta mirada perfora los corazones de los hombres, la resolución se ha hecho ceniza ante la sola presencia del joven presente.
Camina derecho en actitud ferviente y los hombres armados de valor lanzan miradas, de esas que matan, al joven maldito pero tal suceso no genera sentimiento vivo en el cruel señor.
Al centro de la plaza se encuentra la silla monárquica y allí a pesar del terror panorámico se sienta nuestro joven señor y su mirada perdida se enfoca en la multitud que lo rodea. Mil a uno es la diferencia y sin embargo ninguno se atreve a levantar un dedo contra el sucesor, el pánico se apodera de la multitud y las preguntas sin respuesta de adultos y niños por igual se interrumpen por la llegada de la horda imperial y entonces........
El grito de: fuego¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ resuena y el terror contenido de cientos y cientos se expresa por fin en un sordo clamor de: piedad¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡.
La doncella ha llegado,
un sopor sangre y fuego se expresa en el centro ,
han muerto las sensaciones,
dios los ha olvidado.
Y en su agonía recuperan el oído, abandonan este mundo con la ensordecedora risa enigmática y de pases infernales del joven príncipe, como cántico de despedida.
Mil años han pasado en diez y la plaza que un día fue cementerio y carnicería ha dado paso a miles de flores, las flores del mal. Han crecido alimentadas por el néctar de la sangre de esos que tras su caída fueron llamados héroes, héroes del silencio, héroes atrevidos y valientes que con un gesto de paz quisieron perpetuar una noble masacre. Tiempo ha que me he convertido en rey de estas vastas tierras y al recordar tal episodio sólo puedo pensar en una cosa: _héroe es aquel que no alcanzó a correr_.
Y lagrimas de pesar o de alegría recorren mil rostros todos por el pueblo, el pueblo que intento y falló.
El sol de medio día ha dejado de brillar y donde era todo luz han aparecido figuras sombrías, insignias de pesar y miedo. Poco sale el heredero de su palacio, pero su presencia en la calle solo significa algo y el ambiente lo presiente, los pájaros huyen despavoridos y los hombres como veis están turbados con su presencia, su mera presencia.
Nadie lo mira a los ojos, como podría alguien soportar tal mirada?, unos ojos sombríos, siempre a la expectativa, siempre andando, juzgando con suma facilidad y con bajo margen de error. Esos ojos oscuros quizá reflejo de su alma siniestra , el enigma de su ser, y la presencia nauseabunda, son finalmente los factores que alteran de tal forma a los hombres.
Al llegar al trono, cosa rara, empieza a observar a la muchedumbre expectante, una sonrisa maquiavélica surca sus labios rojo sangre y deja entrever unos dientes blancos que desde el patíbulo parecen colmillos cual vampiro en pleno día y sin embargo el cielo, hace un momento azul como el mar se ha trastornado en gris y nubes de tormenta se ciernen sobre la gente.
En que estará pensando? , cual es su deseo?, que vino a ver?, que quiere?... preguntas comunes en la mente de los hombres y mujeres que lo observan expectantes, el miedo se apodera de los corazones infantiles y la exagerada prudencia chocando con el terror de los ancianos que se refleja en su mirar lo hace sonreír más.
Nada bueno se puede esperar de este príncipe, maldito de nacimiento, castigado por la divinidad con un genio imperante y sin embargo una genialidad no igualada por nadie en el reino.
En sus cavilaciones los hombres no se percataron de la presencia de un gran ejercito que los rodeaba, ejercito de hombres, soeces mercenarios en pro de dinero, demasiado tarde comprendieron los hombres su destino, a las puertas de la muerte.... se abren las puertas del mas allá para esos revolucionarios, todos en manos de un sólo hombre que se extasiaba en el pavor que despierta en los presentes, una mente perversa y pervertida por el poder, un poder que trasciende lo aceptable.
Fuego¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ el ruido circundante de las escopetas disparando sus balas mortales llena el mundo y los gritos de hombres, mujeres y niños, víctimas de la carnicería se ahogan en el silencio del ángel exterminador hecho presente en aquella plaza de aquel perdido reino en un mundo moderno.
No hay sobrevivientes, como podría? si las balas a quemarropa no respetan edad o sexo, los cadáveres apiñados en la plaza son incinerados con el fuego demoledor descargado por orden del _señor_, y el olor a sangre y el color plomizo de esta, se dejan al descubierto en una plaza de muertos, y allí en medio de la hoguera, la hoguera de las vanidades, el príncipe rasga el demoledor silencio con su risa estrambótica y fuera de tono y lugar mientras se calcinan los cadáveres. La muerte se ha hecho presente con la cara de un niño con poder y maldad.
Aquella noche nos reunimos en la casa del juglar local, nos movía la fe en los hombres y un solo deseo habitaba en los corazones en plena noche de verano: venganza. El tirano ha ordenado el aumento de los impuestos, y los pobres hombres apiñados en una casucha a la intemperie y expuestos al sol de la noche y al abrasador candor de la gente no aguantan más, no aguantan más miseria. El caos de la corrupción se ha metido en el reino como un insecto chupa sangre que se encarga de extirpar la vida del reino, antaño deslumbrante como diamante en bruto, hoy devorado por la inclemencia del tiempo
-La tierra que nos han dado- comienza el juglar que ha dejado su verso en el olvido y sus palabras en prosa muestran lo que tiene en su estomago -se ha secado de repente, las fuentes ya no manan, los animales mueren y las bestias caminan entre nosotros persiguiendo su presa, es intolerable el castigo de dios, semejante rey impuesto con dos espadas y el sudor de mil batallas ha acabado por constreñir la suplicante tierra. las flores se han secado y la rivera se ha tornado tan árida como el desierto de desiertos. Las risas se han apagado dando espacio al fulgor del hambre y la fe hacia el rey se ha consumado en el ardor de sus caprichos. El joven príncipe heredero al trono, luz del pueblo el día de su alumbramiento ha venido desde el inframundo trayendo la noche donde siempre era de día-
Entretanto, el clérigo toma la palabra con un gesto iracundo: - las limosnas de la iglesia se las ha llevado el viento y los fieles se derriten ante el tenaz calor del cielo, ¿acaso dios ha olvidado a sus siervos? Oh señor piedad, piedad- la multitud proclama en silencio la concordancia con el fraile, mas uno de los hombres lanza en público su testimonio: -dios no nos ha olvidado, já, dios ha apostado con el diablo y está ganando, me recuerda la historia de Job y ahora nosotros debemos revelarnos-
-propones la guerra acaso?- preguntó un hombre, -si y la resolución es la convicción de este reino, de que dios nos devolverá nuestra gloria al forjar nuestra revuelta como lo hizo con Job al exigirle este una explicación- exclamó el primero en un gesto triunfal y la apremiante masa de gente aclamó con alegría tal determinación, ahora sólo existe una voz en este pueblo y de ella sólo sale una palabra: _muerte al rey, justicia para el pueblo_.
La aglomeración ha dejado todo atrás y se dirige al castillo del rey, todos menos uno que se ha quedado con las palabras en la boca tratando d convencer al vulgo de que dicha decisión no es la correcta.
Corre el pueblo en pie de guerra como jauría de lobos tras su presa, los modales y la gracia se han quedado en los platos vacíos, un solo sentimiento.....
Llegan al centro del pueblo al mediodía del siguiente día tras una caminata de horas por los senderos del bosque a la luz del sol de la noche, y la voz del pueblo no aglutinada sino excitada se revuelca y se torna contra el castillo: _muerte al rey¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡_ . En medio del calor de un día soleado, la sombra se cierne sobre las gentes, donde antes había resplandor ahora hay tinieblas y en medio del pueblo el solitario heredero aparece caminando imponente en su montura ardiente, la ha dejado, y su esmirriado paso ha acallado al pueblo, su funesta mirada perfora los corazones de los hombres, la resolución se ha hecho ceniza ante la sola presencia del joven presente.
Camina derecho en actitud ferviente y los hombres armados de valor lanzan miradas, de esas que matan, al joven maldito pero tal suceso no genera sentimiento vivo en el cruel señor.
Al centro de la plaza se encuentra la silla monárquica y allí a pesar del terror panorámico se sienta nuestro joven señor y su mirada perdida se enfoca en la multitud que lo rodea. Mil a uno es la diferencia y sin embargo ninguno se atreve a levantar un dedo contra el sucesor, el pánico se apodera de la multitud y las preguntas sin respuesta de adultos y niños por igual se interrumpen por la llegada de la horda imperial y entonces........
El grito de: fuego¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ resuena y el terror contenido de cientos y cientos se expresa por fin en un sordo clamor de: piedad¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡.
La doncella ha llegado,
un sopor sangre y fuego se expresa en el centro ,
han muerto las sensaciones,
dios los ha olvidado.
Y en su agonía recuperan el oído, abandonan este mundo con la ensordecedora risa enigmática y de pases infernales del joven príncipe, como cántico de despedida.
Mil años han pasado en diez y la plaza que un día fue cementerio y carnicería ha dado paso a miles de flores, las flores del mal. Han crecido alimentadas por el néctar de la sangre de esos que tras su caída fueron llamados héroes, héroes del silencio, héroes atrevidos y valientes que con un gesto de paz quisieron perpetuar una noble masacre. Tiempo ha que me he convertido en rey de estas vastas tierras y al recordar tal episodio sólo puedo pensar en una cosa: _héroe es aquel que no alcanzó a correr_.
Y lagrimas de pesar o de alegría recorren mil rostros todos por el pueblo, el pueblo que intento y falló.





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